sábado, 11 de diciembre de 2010

Culpables de ser Inocentes


Inocentes se ven caminar por las calles de nuestros barrios capitaleños, personas cuyo único delito ha sido el crecer en suburbios característicos de los países subsaharianos, excluidos de la modernidad y el progreso que nuestras cifras macroeconómicas exhiben ante el mundo, pero a la vez tratados como culpables pues las bonanzas del tan anhelado desbordamiento espontáneo y natural de la copa del crecimiento económico nacional, prometido por los fracasados neoliberales, no han llegado hasta sus techos de cartón.

Es evidente que el incremento sostenido que la economía dominicana ha experimentado por décadas ni siquiera ha sobrevolado los barrios capitaleños, específicamente los ribereños, donde contrario a lo establecido por Heráclito “nada cambia”, sí, todo permanece igual. De hecho una fotografía aérea de los 80’s comparada con una actual y tomada desde el inicio de La Ciénaga hasta los finales de La Zurza, nos revela la misma marginalidad, las casuchas cuyos patios son los ríos Ozama e Isabela, las calles polvorientas, y más aun si pudiéramos acercar la lente veríamos los mismo rostros cansados de esperar y en sus calles y callejones los dirigentes sociales reclamando las mismas reivindicaciones que décadas atrás les motivaron a integrarse a las luchas populares, tales como la puesta en funcionamiento de las plantas de tratamientos de aguas residuales, la construcción de la Cañada de Benavides que divide la Ciénaga de Los Guandules y donde cada año niños mueren anegados, la construcción de la Escuela del sector de Agua Dulce en el 27 de Febrero, donde los estudiantes reciben docencias en doce chozas similares a las de la época de la colonización.

Escucharíamos las voces de los jóvenes pidiendo que se concluya la escuela técnica Hermana Rosario Torres de Los Pinos de Guachupita, ni hablar pues de las miles de familias que necesitan  ser reubicadas y que más que vivir, mueren a todo lo largo de la más grande franja de miseria y vergüenza que nuestra nación pueda tener, expuestas a los constantes deslizamientos de tierra que cada año siembra el dolor en la familia capitaleña, que a pesar de ser inocentes, esperan aunque sea como culpables ser partes del Presupuesto General de la Nación.

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