sábado, 22 de enero de 2011

Haití: el Lodebar de América.


En las afueras de la antigua Palestina existía una población llamada Lodebar, que por el significado etimológico de su nombre, tierra árida o sin pasto alguno, podemos afirmar que se trataba de un lugar devastado por las luchas tribales, desolada por batallas entre los reinos de entonces que luchaban por el dominio estratégico de la misma. Se había convertido en un espacio de deshonra y humillación en el cual sus habitantes eran considerados inferiores, sea por su condición física, social o religiosa.

Era una tierra sin esperanzas ni sueños, de un pasado triste, de un presente doloroso y futuro sombrío.

En América se reproduce la lúgubre historia de Lodebar, la realidad de una nación empobrecida hasta lo sumo, Haití, a la que el pasado ni el presente de las potencias del mundo le ha perdonado la osadía de haberse convertido en la primera colonia latinoamericana en obtener su independencia.

Geopolíticamente ubicada de manera estratégica para satisfacer las apetencias desmedidas del imperialismo colonizador, el cual sin reparo alguno sustrajo de esta media isla, no solo sus riquezas naturales, sino también sus sueños, la sonrisa de su gente, sus esperanzas y anhelos, sumiéndola en una pesadilla interminable.

Agravada su historia por la administración de una clase política que por más de dos siglos le ha devastado de forma aun más atroz que la utilizada por el general Christophe cuando destruyó Cap-Français, la ciudad más rica y hermosa del Haití de  entonces.

Al igual que Lodebar, Haití se encuentra enclavada en las proximidades de tierras en las cuales fluye leche y miel, pero hasta que la comunidad internacional no asuma su rol histórico, permitiéndole cruzar el interminable desierto de sus dificultades, esta nación seguirá condenada a su triste pasado.  

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